Portilla de la Garganta

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Ese pedrusco de la izquierda es el Fraile

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sábado, 19 de junio de 2010

La Nacencia

Poema de Luís Chamizo



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La Nacencia
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Bruñó los recios nubarrones pardos
la lus del sol que s'agachó en un cerro,
y las artas cogollas de los árboles
d'un coló de naranjas se tiñeron.
A bocanás el aire nos traía
los ruidosd'allá lejos
y el toque d'oración de las campanas
de l'iglesia del pueblo.
Íbamos dambos, juntos en la burra,
por el camino nuevo,
mí mujé, mu malita,
suspirando y gimiendo.
Bandás de gorriatos montesinos
volaban, chirriando, por el cielo,
y volaban pal sol, qu'en los canchales
daba relumbres d'espejuelos.
Los grillosy las ranas
cantaban a lo lejos,
y cantaban tamién los colorines
sobre las jaras y los brezos;
y roändo, roändo, de la sierra,
llegaba el dolondón de los cencerros.
¡Que tarde más bonita! 
¡qu'anochecer más güeno!
¡que tarde más alegre
si juéramos contentos!...
-No pué ser más -me ijo-  vaite, vaite
con la burra pal pueblo,
y güervetedeprisa con l'agüela,
la comadre o el meico!
Y bajó de la burra poco a poco,
s'arrellanó en el suelo,
junto las manos y miró p'arriba,
pa los bruñíosnubarrones recios.
¡Dirme, dejagla sola...
dejagla yo a ella sola com'un perro,
en metá de la jesa,
a una legua del pueblo...
eso no! De la rama
d'arriba d'un guapero
con sus ojos reondos
me miraba un mochuelo;
un mochuelo con ojos vedriaos
como los ojos de los muertos...
¡No tengo juerzas pa dejagla sola...
pero yo de qué sirvo si me queo!
La burra que roía los tomillos
floridos el lindero
careaba las moscas con el rabo;
y dejaba el careo,
levantaba el jocico, me miraba
y seguía royendo.
¡Que pensará la burra,
si es que tienen las burras pensamientos!
Me juí junt'a mí Juana,
me jinqué de roíllas en el suelo,
jice por recordá las oraciones
que m'enseñaron cuando nuevo.
No tenía pacencia
p'hacé memoria de los rezos...
¡Quien podrá socorregla si me voy!
¡quien va po la comadre si me queo!
Aturdio del tó gorví los ojos
pa los ojos reondos del mochuelo;
y aquellos ojos verdes,
tan grandes,tan abiertos,
qu'otras veces a mí me dieron risa,
ahora me daban mieo...
¡que miraran tan fijos
los ojos del mochuelo!
No cantaban las ranas.
Los grillos no cantaban a lo lejos.
Las bocanás del aire s'placaron.
S'asomaron la luna y el lucero.
No llegaba, rondó, de las sierras
el dolondón de los cencerros...
¡Daba tanta quietú mucha congoja!
¡Daba yo no se qué tanto silencio!
M'arrimé mas pa ella:
la abrasaba el aliento,
le temblaban llas manos,
tiritaba su cuerpo...
y a la lus de la lunaeran sus ojos
más grandes y más negros.
Yo sentí que los míos chorreban
lagrimones de fuego.
Uno cayó roändo,
y, prendío d'un pelo,
en metá de su frente
se queó reluciendo.
¡Que bonita y que güena:
quién pudiera ser méico!
Señó:Tu que lo sabes
lo mucho que la quiero,
Tu que sabes qu'estamos bién casaos,
Señó, tú qu'eres güeno,
Tú que jaces que broten las simientes
qu'echamos en el suelo,
Tu que jaces que granen las espigas
cuando llega su tiempo,
Tu que jaces que paran las ovejas,
sin comadres ní méicos...
¿por qué Señó, se va morí mí Juana
con lo que yo la quiero,
siendo yo tan honrao
y siendo Tú tan güeno?
¡Ay! qué noche más larga
de tanto sufrimiento:
¡que cosas pasarían
que deciglas no pueo!
Jizo Dios un milagro...
¡no podía por menos!
Toito lleno de tierra
le levanté del suelo;
le miré mu despacio...  mu despacio,
con una miaja de respeto.
Era un hijo... ¡mí hijo!
hijo de d'mbos,hijo nuestro.
Ella me lo pedía
con los brazos abiertos...
¡Que bonita qu'estaba
llorandi y sonriyendo!

Venía clareando.
s'oían a lo lejos
las risotás de los pastores
y el dolondón de los cencerros.
Besé a la madre y la quité a mí hijo;
salí con el corriendo,
 y en un regacho d'agua clara
le lavé to su cuerpo.
Me sentí más honrao,
más cristiano, más güeno,
bautizando a mí hijo como el cura
bautiza los muchachos en el pueblo.
Té que ser campusino.
Tié que ser de los nuestros,
que por algo nació baj'una encina
del caminito nuevo.
Icen que la nacencia es una cosa
que miran los señores en el pueblo:
pos pa mí, que mi hijo
la tié mejor que ellos,
que Dios jizo en presona con mí Juana
de comadre y de méico.
Asina que nació besó la tierra,
que agraecía se pegó a su cuerpo;
y jué la mesma luna
quién le pagó aquel beso...
¡que saben d'esas cosas
los señores aquellos!

Dos salimos del chozo,
tres golvimos al pueblo.
Jizo Dios un milagro en el camino...
¡no podía por menos!

Cada vez que lo leo se me pone la piel de gallina y se me empañan los ojos. Disfrutadlo.