Portilla de la Garganta

Portilla de la Garganta
Ese pedrusco de la izquierda es el Fraile

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lunes, 24 de mayo de 2010

Canción

Hoy traigo a José  Maria Gabriel y Galán. Esta poesía es la última que escribio el autor, pocos días después de la muerte de su padre y pocos también antes de la suya propia.


Canción
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No piense nunca el lloroso
que este cantar dolorido
es un capricho tejido
por la musa de un dichoso.
No piense que es armonioso
juego de un estro liviano;
piense que yo no profano
ni con mentiras sonoras
las penas desgarradoras
del corazón de un hermano.

Una canción de dolores
me piden mis padeceres
tal como ayer mis quereres
pidieron cantos de amores;
que así como son mayores
si se cantan los contentos,
así los tristes acentos
de las trovas doloridas,
si no curan las heridas
amansan los sufrimientos.

Mis penas son tan vulgares
como esas espinas duras
que erizan las espesuras
de todos los espinares.
Más hondas son que los mares...
Más hondas y más sombrías
que un horizonte sin días,
pues no hay abismo tan hondo
como el abismo sin fondo
de unas entrañas vacías.

Dios me las hizo de fuego...
¿Por qué no les dió dureza
si quiso su fortaleza
probar golpe a golpe luego?
¿Por qué enriqueció con riego
de sementera de amores
huerto que sabe dar flores
si luego le manda días
de matadoras sequías
y vientos asoladores?

¡Ay! Al llegar a las puertas
de la tarde de mí vida,
voz de los cielos venida
me ha dicho: "¡Ya están abiertas!
¡Entra y sigue, y no conviertas
la mente a tiempos mejores,
que en vez de aquellos amores
de santidades pristinas,
verás las desiertas ruinas
del solar de tus mayores!"

"¡Mejor es cegar, Dios mío!
¡Mejor es ir paso a paso
cayendo hacia el propio ocaso
solo, con pena y con frío!
Mejor es ir al vacío
que a ruinas y sepulturas!
¡Mejores son las negruras
de la noche más sombría,
que las negruras del día
que son dos veces oscuras!"

Así, loco de dolor,
dije con vil vocecilla...
¡Esto que tengo de arcilla
fue quien lo dijo, Señor!
Por esto que es resplandor
de Tí, venido hasta mí,
cuando tu rayo sentí
bien sabes Tú que te dijo:
"¡Señor! ¡La frente del hijo
tienes rendida ante Tí!"

Con solo llorar mí suerte,
 con solo dejar abierta
de tal herida la puerta,
muriera de triste muerte.
Más, hijo yo del Dios fuerte
me he resignado a vivir,
y voy dejándome ir
sobre el polvo de la senda
caminando a media rienda
por el campo del sentir.

Porque si rindo la frente
sobre las manos crispadas,
si hacia las ruinas sagradas
dejo que vaya la mente,
si de mí llanto el torrente
dejo que anegue mí vida,
si abriese más esta herida
que en lumbre de fiebre arde,
viviera como un cobarde,
muriera como un suicida.


¡Quiero vivir! Las dulzuras
de los gozados placeres
con hieles de padeceres
se tornan del todo puras.
Visión de mís desventuras:
¡Yo no te cierro mis ojos!
Camino de los abrojos:
¡yo no me cubro las plantas!
Cruz que mis hombros quebrantas:
¡yo te acepto sin enojos!

¡Quiero vivir! Dios es vida.
¿No veis que en vida convierte
la ancianidad que en la muerte
cayó con dulce caída?
 ¿No soy yo vida nacida
de vida que a mí se dieran?
Pues vidas que en mí se unieran,
si vivo no han de morir,
¡por eso quiero vivir
porque mis huertos no mueran!

¡Y no morirán conmigo,
que el huerto de mís amores
está rebosando flores
que pinta Dios y yo abrigo!
¡Y atrás el cierzo enemigo
de esas mis viejas canciones,
pues son santos eslabones
de una cadena florida
para corona tejida
del Dios de las creaciones.

¡Quiero vivir! A Dios voy
y a Dios no se va muriendo,
se va al Oriente subiendo
por la breve noche de hoy.
De luz y de sombras soy
y quiero darme a las dos.
¡Quiero dejar de mí en pos
robusta y santa semilla
 de esto que tengo de arcilla,
de esto que tengo de Dios!

Este poema ha sido siempre uno de mís preferidos de todos los autores.