Portilla de la Garganta

Portilla de la Garganta
Ese pedrusco de la izquierda es el Fraile

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viernes, 5 de marzo de 2010

Gota de llanto

Foto tomada de la red. Si eres su autor y me lo dices, la retiraré rapidamente.

Gota de llanto
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¡Pálida, grave, como nunca bella,
estaba entre el bullicio de la fiesta,
con su mirar dulcísimo de estrella,
con su aromado alientto de floresta!

Estaba allí... ¡radiante cual ninguna!
con su blanco vestido de querube,
semejaba un destello de la luna,
dormido...¡en el regazo de unsa nube!

Y cuando con ardor todos djeron:
"Que brinde ella... la reina de la fiesta",
y los gritos de gozo enmudecieron,
y se apagó el estruendo de la orquesta,

¡ella se irguió... divina! y de repente,
cuando iba a hablar, convulsa y agitada,
pasó, como un reproche, por su mente,
¡la tumba de su amante... abandonada!

El amor con su canto y su misterio...
Todo el pasado de una dulce historia...
La inmensa soledad del cementerio...
¡Todo, todo cruzó por su memoria!

Y al inclinar su frente alabastrina,
como un capullo que el invierno arropa,
¡una lágrima acerba... cristalina,
fue rodando... hasta el fondo de su copa!

Y entoces... con remedos fugitivos
de arrullo de aves... flébiles... inciertos:
"¡Tomo -dijo- una copa por los vivos
y una gota de llanto por los muertos!".



Este poema lo escribio Javier Santacruz. De Ecuador. Fué laureado en los Juegos Florales de Bogota con  motivo del centenario de la República.

miércoles, 3 de marzo de 2010

La lágrima infinita






La lágrima infinita
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¡Esa!... La que en alma llevo oculta;
la que no salta fuera ni se expande
en la pupila. La que a nadie insulta
en un alarde de dolor. La grande,
la infinita y sombría,
la terca, la traidora, la doliente
lágrima de dolor... ¡lágrima mía!
que está clavada en mí profundamente.
La que no da una tregua ni un consuelo
de dulce sollozar. La que me hiere
y no punza, y no obsede, y pone un velo
turbio en mís ojos. La que nunca muere
ni nace en flor de rostro. La que nunca
refrena su latir; la que no intenta
asomarse a la faz y quedar trunca,
y hace la pena interminable y lenta.
Agua de manantial que va en la sombra
tortuosa de mí yo, tierra maldita
donde no nace planta ni se nombra
ningún nombre de amor... ¡Esa infinita
lágrima e de dolor, sorda y amarga,
que llega hasta mis ojos y no fluye
en catarata ardiente! La que embarga
mi ser y en el silencio se diluye...
Gota que cristaliza y se hace piedra,
dolor que se concreta y se resume;
planta parásita como la hiedra
que trepa al corazón y lo consume.
Infinito dolor sin esperanza
de resolverse en líquido siquiera.
Invierno seco y duro que no alcanza
a transformarse luego en primavera.
Nieve perpetua sin ningún deshielo.
Polo desierto que en la ardiente entraña
anhela el húmedo calor del cielo,
que ni lo fertiliza ni lo baña.
Lágrima que no alivia la tortura
de los ojos cansados de infinito.
Lágrima que no cura la amargura;
que no es queja, ni expresión ni grito.
Cántaros secos, aridos, mis ojos.
Páramos sin frescura ni rocío.
Febricitantes de escrutar los rojos
límites del espacio y del vacío.
¡Esa...! La que no llega ni ha llegado
ni llegará a los ojos nunca... ¡nunca!...
Mí lágrima tenaz, que no ha mojado
el Sahara esteril de mi vida trunca;
esa... no la veras, porque en la calma
de mis angustias se ha trocado en perla.
Para verla hace falta tener alma,
y tu... ¡no tienes alma para verla!





El poema de hoy es de un cubano llamado: Hilarión Cabrisas.

(Las fotos son de la red. Si alguien las considera suyas, las retiro rapidamente.)

martes, 2 de marzo de 2010

El instinto






El instinto
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Hace varios años,
era colegiala...
Pasó un hombre muy pálido
junto a mí ventana;
me miró de un modo,
de una forma extraña...
me clavó sus ojos
muy hondos en mí alma
como hinca la fiera en la carne
su atroz dentellada...

Yo sentí a través de mis ropas
aquella mirada,
y toda confusa
me tapé la cara.
No podía dormir esa noche,
mí frente abrasaba,
di vueltas y vueltas
insomne en la cama...
Pensamientos ardientes y oscuros
mí mente poblaban,
visiones walpúrgicas
en extraño cortejo pasaban...
y toda temblando,
me volví a cubrir con las sábanas.

¡Fue el primer encuentro
que libraron la carne y el alma!...

Al día siguiente
amanecí pálida;
enjugué en silencio
las últimas lágrimas...
¡Y tomando el dedal y la aguja
alargué el dobladillo a mí falda!


El poema es de una poetisa de Chile y su nombre: Margot Guesúraga.
No necesita explicación. Como dice muy bién la escritora... 


¡Fue el primer encuentro que libraron la carne y el alma!...