Portilla de la Garganta

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Ese pedrusco de la izquierda es el Fraile

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miércoles, 31 de octubre de 2012

El embargo


Poema de José María Gabriel y Galán.


Foto de internet


El embargo
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Señol jues, pasi usté más alanti
y que entrin tos esos,
no le dé a usté ansia
no le dé a usté mieo…
Si venís antiayel a afligila 

sos tumbo a la puerta. ¡Pero ya s’ha muerto!
¡Embargal, embargal los avíos,
que aquí no hay dinero: 

lo he gastao en comías pa ella 

y en boticas que no le sirvieron; 

y eso que me quea, 

porque no me dio tiempo a vendello,
ya me está sobrando, 

ya me está gediendo!
Embargal esi sacho de pico, 

y esas jocis clavás en el techo, 

y esa segureja 

y ese cacho e liendro…
¡Jerramientas, que no quedi una! 

¿Ya pa qué las quiero? 

Si tuviá que ganalo pa ella, 

¡cualisquiá me quitaba a mí eso! 

Pero ya no quio vel esi sacho, 

ni esas jocis clavás en el techo,
ni esa segureja
ni ese cacho e liendro…
¡Pero a vel, señol jues: cuidaíto
si alguno de ésos 

es osao de tocali a esa cama
ondi ella s’ha muerto: 

la camita ondi yo la he querío 

cuando dambos estábamos güenos; 

la camita ondi yo la he cuidiau, 

la camita ondi estuvo su cuerpo
cuatro mesis vivo 

y una nochi muerto!
¡Señol jues: que nenguno sea osao 

de tocali a esa cama ni un pelo,
porque aquí lo jinco
delanti usté mesmo!
Lleváisuslo todu, 

todu, menus eso, 

que esas mantas tienin 

suol de su cuerpo… 

¡y me güelin, me güelin a ella
ca ves que las güelo!…







Pocos poetas han influido tanto en mis sentimientos como este. Desde que era un niño, oía a mi madre recitar sus poemas "de memoria" y nos llegaban a lo más hondo de nuestros corazones infantiles. Y ahí siguen. Y ahí seguiran para siempre, porque cada vez que los leo  me siento transportado a aquellos años... mí madre recitando y nosotros, sus hijos escuchando embobados aquellas palabras que nos hablaban de penas, de fe, de alegrías, esperanzas y desesperanzas. Quien no haya leido los poemas de este insigne poeta, no podrá entender nunca lo que cualquier extremeño siente en su corazón cuando lee o escucha uno de ellos y además en nuestra propia lengua o si quereis dialecto, que al fin es le que es: Un dialecto arraigado en nuestra forma de ser que hace que después de cincuenta y tantos años fuera de Extremadura -como llevo yo, por ejemplo- aun se me ponga el vello de punta cuando lo oígo recitar o simplemente lo leo y lo recito mentalmente en silencio para mí.