Portilla de la Garganta

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Ese pedrusco de la izquierda es el Fraile

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lunes, 6 de septiembre de 2010

Roble y clavel

En mí libro "Antología Poética Universal" en su página 425 encontré dos poema de Elvira Lascarro Mendoza. He intentado hallar en internet algo sobre ella, y la verdad es que hay referencias a sus poemas y a su libro, pero nada sobre una biografía de ella, tan solo que nació en Bogotá en 1930 y murio allí en 1950. Os dejo hoy sus dos poemas, que nos hablan sobre ella más que cualquier biografía.

"Pusiste alma de roble...




















...en cuerpo de clavel".
Las fotos son de la red.



Nubes, velas, gaviotas...
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¡Como envidio las roca que desafía los vientos!
Como envidio la roca que desafía al mar,
que soporta tormentas, sin dolor ni lamentos,
y que pasa los años sin sufrir ni pensar.
Nubes, velas, gaviotas... marineros de cuentos
y, en las noches oscuras, las olas sollozar.

Como envidio la estrella de radiosos destellos,
como envidio la estrella con su eterno existir,
porque falta que alumbren mí camino tus ojos
y elevar cada día a tú amor una prez.

Dame amor. De tú vida curaré los agravios.
Dame luz de tus ojos siquiera sea una vez,
que la luz de tus ojos y el calor de tus labios
una vez yo conozca aunque muera después.



Plegaria
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Aunque mí alma -un desierto sediento de ilusiones-
no pide su derecho de juventud y amor,
solo te imploro en calma por mís renunciaciones,
deja que corra mansa mí juventud en flor.

Tú me diste dos almas: la una, de diamante,
los golpes de la vida bien puede soportar;
pero me diste otra alma, soñadora y amante,
y de pasión, a veces, me siento desmayar.

Son los años mejores de mi existencia y muero...
-tronchadas ilusiones que pueblan el vergel-.
Juntaste un cuerpo frágil con un alma de acero...
¡pusiste alma de roble en cuerpo de clavel!

domingo, 5 de septiembre de 2010

Jorge Luís Borges

Milonga del forastero





Milonga del forastero
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La HISTORIA corre pareja,
la historia siempre es igual;
la cuentan en Buenos Aires
y en la campaña oriental.


Siempre son dos los que tallan,
un propio y un forastero;
siempre es de tarde. En la tarde
está luciendo el lucero.
Nunca se han visto la cara,
no se volverán a ver;
no se disputan haberes
ni el favor de una mujer.
Al forastero le han dicho
que en el pago hay un valiente.
Para probarlo ha venido
y lo busca entre la gente.

Lo convida de buen modo,
no alza la voz ni amenaza;
se entienden y van saliendo
para no ofender la casa.

Ya se cruzan los puñales,
ya se enredó la madeja,
ya quedó tendido un hombre
que muere y que no se queja.

Sólo esa tarde se vieron.
No se volverán a ver;
no los movió la codicia
ni el amor de una mujer.
No vale ser el más diestro,
no vale ser el más fuerte;
siempre el que muere es aquel
que vino a buscar la muerte.

Para esa prueba vivieron
toda su vida esos hombres;
ya se han borrado las caras,
ya se borrarán los nombres.


Jorge Francisco Isidoro Luis Borges (Buenos Aires, 24 de agosto de 1899 – Ginebra, 14 de junio de 1986) fue un escritor argentino, uno de los autores más destacados de la literatura del siglo XX. Publicó ensayos breves, cuentos y poemas. Su obra, fundamental en la literatura y en el pensamiento humano, ha sido objeto de minuciosos análisis y de múltiples interpretaciones, trasciende cualquier clasificación y excluye cualquier tipo de dogmatismo.1

Se lo ha presentado como uno de los eruditos más grandes del siglo XX, lo cual no impide que la lectura de sus escritos suscite momentos de viva emoción o de simple distracción. Ontologías fantásticas, genealogías sincrónicas, gramáticas utópicas, geografías novelescas, múltiples historias universales, bestiarios lógicos, silogismos ornitológicos, éticas narrativas, matemáticas imaginarias, thrillers teológicos, nostálgicas geometrías y recuerdos inventados son parte del inmenso paisaje que las obras de Borges ofrece tanto a los estudiosos como al lector casual. Y sobre todas las cosas, la filosofía, concebida como perplejidad, el pensamiento como conjetura, y la poesía, la forma suprema de la racionalidad. Siendo un literato puro pero, paradójicamente, preferido por los semióticos, matemáticos, filólogos, filósofos y mitólogos, Borges ofrece -a través de la perfección de su lenguaje, de sus conocimientos, del universalismo de sus ideas, de la originalidad de sus ficciones y de la belleza de su poesía- una obra que hace honor a la lengua española y la mente universal.2

Ciego a los 55 años, personaje polémico, con posturas políticas que le impidieron ganar el Premio Nobel de Literatura al que fue candidato durante casi treinta años, Borges siempre soñó con que la posteridad le perdonara sus errores y le concediera la gloria de que se lo recordase por sus mejores textos.

«Que un individuo quiera despertar en otro individuo recuerdos que no pertenecieron más que a un tercero, es una paradoja evidente. Ejecutar con despreocupación esa paradoja, es la inocente voluntad de toda biografía.» J.L.Borges.