Portilla de la Garganta

Portilla de la Garganta
Ese pedrusco de la izquierda es el Fraile

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viernes, 19 de marzo de 2010

El embargo

La foto la he bajado de internet. Si alguien tiene derechos sobre ella,
y me lo dice, la retiraré rapidamente.


El embargo
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Señol jues, pasi usté más alanti
y que entrin tós esos;
no le dé a usté ansia,
no le dé a usté mieo...
Si venís antiayel a aflijíla,
sos tumbo a la puerta... ¡pero ya s'ha muerto!
Embargal, embargal los avíos,
que aquí no hay dinero:
lo he gastao en comías pa ella
y en boticas que no le sirvieron;
y eso que me quea,
porque no me dió tiempo a vendello,
ya me está sobrando,
ya me está gediendo.
Embargal esi sacho de pico,
y esas jocis clavás en el techo,
y esa segureja,
y esi cacho'e liendro...
¡Jerramientas, que no quéi ni una!
¿Ya, pa qué las quiero?
Si tuviá que ganalo pa ella,
¡cualisquiá me quitaba a mí eso!
Pero ya no quió vel esi sacho,
ni esa jocis clavás en el techo,
ni esa segureja,
ni esi cacho'e liendro...
¡Pero a vel, señol jues: cuidaíto
si alguno de esos
es osao de tocali a esa cama
ondi ella s'ha muerto:
la camita ondi yo la he querio
cuando dambos estábamos güenos;
la camita ondi yo la he cuidao,
la camita ondi estuvo su cuerpo
cuatro meses vivo
y una noche muerto!...
¡Señol jues: que ninguno sea osao
de tacali a esa cama ni un pelo,
porque allí lo jinco
delanti usté mesmo!
Llevaisuslu todu.
Todu menus eso,
que esas mantas tienin
suól de su cuerpo...
¡y me güelin, me güelin a ella
ca ves que las güelo!...




Hoy traigo el  poema de José Maria Gabriel y Galan titulado: El embargo.

Uno de los culpables de que a mí me guste tanto la poesía. Este y otros del mismo autor, unos en castellano otros como este en extremeño, se leían avidamente en mí casa y con bastante asiduidad en la escuela. Nos enseñaron a comprender su significado, a sentir como el personaje del poema podía sentir en cualquiera de ellos. Y así sigo, amig@s. Y espero seguir siempre igual.
Yo he visto hombres hechos y derechos como se solía decir en Extremadura, recitar este y otros poemas de una forma desgarrada, con los ojos derramando lágrimas por su cara mientras iban diciendo los versos de Gabriel y Galán. Si hay algún extremeño que me lea, sabe que esto que digo era cierto.
Recuerdo especialmente a un primo hermano mío, Jacinto Antón Bravo (ya fallecido) recitando como no se lo oí jamás a nadie, El embargo, El Cristu benditu, El ama... todo, porque se las sabía de memoria todas. Dios le tenga en su gloria.
A los que conocen el poema, solo un recordatorio. A los que no le conocen... leedle detenidamente.

martes, 16 de marzo de 2010

La Ramera.


Cuadro: La Ramera.
Autor: Manuel Rodríguez Lozano






La Ramera
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Humanidad pigmea,
tú que proclamas la verdad de Cristo
mintiendo caridad en cada idea;
tú, que de orgullo el corazón, beodo,
por mirar a la altura,
te olvidas de que marchas sobre lodo.
Tu, que diciendo hermano,
escupes al gitano y al mendigo
porque son un mendigo y un gitano.
Alli está esa mujer que gime y sufre
con el dolor inmenso con que gimen
los que cruzan sin fé por la existencia.
¡Escúpela también!... ¡anda!... ¡no importa
que tú hayas sido quien la hundió en el crimen,
que tú hayas sido quien mató su creencia!

Pobre mujer que abandonada y sola
sobre el oscuro y negro precipicio,
en lugar de una mano que la salve,
siente una mano que la impele al vicio.
Y que al fijar en su redor los ojos,
y a través de las sombras que la ocultan,
no encuentra más que seres que la miran
y que, burlando su dolor la insultan.

Y antes era una flor... una azucena,
rica de galas y de esencias rica,
llena de aromas y de encantos llena;
era una flor hermosa,
que envidiaban las aves y las flores,
y tan bella y tan pura
como es pura la nieve y el armiño,
como es pura la flor de los amores
y como es puro el corazón del niño.

Las brisas le brindaban con sus besos,
y con sus tibias perlas el rocío,
y el bosque con sus álamos espesos,
y con su arena y su corriente el río;
y amada por las sombras en la noche,
y amada por la luz en la mañana,
vegetaba magnífica y lozana,
tendiendo al aire su purpúreo broche.
Pero una vez, el soplo del invierno,
en su furia maldita,
pasó sobre ella y le arrancó sus hojas,
pasó sobre ella y la dejó marchita;
y al contemplar sin galas
su cálice, antes de perfumes lleno,
la arrebato implacable entre sus alas
y fue a hundirla, cadáver en el cieno.
¡Filósofo mentido!...
¡Apostol miserable de una idea
que tu cerebro vil no ha comprendido!
Tú, que la ves que gime y que solloza
y burlas su sollozo y su gemido...
¿que hiciste de aquel ángel
que, amoroso y sonriente
formó de tu niñez el dulce encanto?
¿Que hiciste de aquel ángel de otros días
que lloraba contigo si llorabas
y gozaba contigo si reías?...
¿Te acuerdas? Lo arrancaste de la nube
donde flotaba vaporoso y bello,
y arrojándole al hambre,
sin ver su angustia ni su amor siquiera,
la convertiste de camelia en lodo,
le transformaste de ángel en ramera.

¡Maldito tú, que pasas
junto a las frescas rosas
y que sus galas sin piedad despojas!
¡Maldito tú que sin piedad las hieres
y luego las insultas por marchitas!
Pobre mujer... Juguete miserable
de su verdugo mismo...
Vítima condenada
a vegetar sumida en un abismo
más negro que el abismo de la nada,
y a no escuchar más eco en sus dolores
que el eco de la horrible caracajada
con que el hombre le paga sus amores.

¡Pobre mujer, a la que el hombre niega
el sublime derecho
de llamar hijo a su hijo!
¡Pobre mujer que de rubor se cubre
cuando le escucha que le grita "Madre"!
Y que quiere besarle y se detiene,
y que quiere besarle y calla y gime,
porque sabe que un beso de sus besos
se convierte en borrón donde lo imprime.

Deja ya de llorar, pobre criatura,
que si del mundo en la escabrosa senda
caminas entre  fango y amargura,
sin encontrar un ser que te comprenda,
en el cielo los ángeles te miran,
te compadecen, te aman,
y lloran con el llanto lastimero
que tus ojos bellísimos derraman.

¡Y que te burle el hombre y que se ría!
¡Y que te llame harapo y te desprecie!
Déjale tú reir y que te insulte,
que ya llegará el día
en que la gota cistalina y pura
se desprenda del lodo
para elevarse nube hasta la altura
y entonces, en lugar de un anatema,
en lugar de un desprecio,
escucharás al Cristo del Calvario,
que, añadiendo tú pena
a tús lágrimas en abono,
te dirá como ha tiempo a Magdalena...
"¡Levántate, mujer!... ¡Yo te perdono!".



Un hermoso poema del Mexicano manuel Acuña.