Portilla de la Garganta

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Ese pedrusco de la izquierda es el Fraile

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sábado, 13 de marzo de 2010

El Piyayo

Buenos días, amigos y amigas del blog. Pido disculpas por haber "desaparecido" estos días, pero me quedé sin ordenador. Estas cosas pasan y me tocó a mí esta vez. Bueno, ya estoy aquí y hoy vengo con un poema muy conocido (al menos para los españoles... creo). De todas maneras, pienso que es muy bonito y muy sentido y por tanto, se merece con todo honor figurar en este humilde blog. Para tod@s vosotr@s hoy os dejo "El Piyayo" de José Carlos de Luna. Español.





El Piyayo
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¿Tú no conoces al Piyayo?
Un viejecillo renegro, reseco y chicuelo;
la mirada de gallo
pendenciero
y hocico de raposo
tiñoso...
Que pide limosna por tangos
y maldice cantando fandangos
gangosos...

¡A chufla lo toma la gente,
y a mí me da pena
y me causa un respeto imponente!
Ata a su cuerpo una guitarra
que chilla como una corneja
y zumba como una chicharra
y tiene arrumacos de vieja pelleja.
Yo le he visto cantando
babeando
de rabia y de vino,
bailando
con salto felino,
tocando a zarpazos,
los acordes de un viejo tangazo;
y el endeble Piyayo jadea,
y suda, y renquea,
y a sus contorsiones de ardilla,
hace son la sucia calderilla.
¡A chufla lo toma la gente!
A mí me da pena
y me causa un respeto imponente.


Es su extraño arte
su cepo y su cruz
su vida y su luz,
su tabaco y su aguardientillo...
su pan y el de sus nietecillos:
churumbeles con greñas de alambre
y panzas de sapo
que aullan de hambre
tiritando bajo los harapos;
sin madre que lave su roña.
Sin padre que "afane",
porque pena una muerte en Santoña.
Sin más sombra que la de su abuelo...
¡Poca sombra, porque es tan chicuelo...!

En el Altozano
tiene el cuchitril
-¡a las vigas alcanza la mano!-
y por lumbre y por luz un candil.
Vacía sus alforjas
-que son sus bolsillos-.
Bostezando, los siete chiquillos
se agrupan riendo.

Y entre carantoñas les va repartiendo
pan y pescao frito
con la parsimonia de un antiguo rito:
-¡Chavales!-
¡Pan de flor de harina!...
Mascarlo despacio,
mejó pan no se come en palasio.
Y ese pescaito... ¿no es ná?
¡Sacao uno a uno del fondo der má!
¡Gloria pura é!

Las espinas se comen tamié,
que tó es alimento...
Así... despasito...
Muy remascaito.

¡No yores, Manuela!
Tú no pués porque no tienes muelas.
¡Es tan chiquitita
mí niña bonita!...
Así... despasito,
muy remascaito;
migaja a migaja -¡que dure!-
le van dando fin
a los cinco reales que costó el festín.

Luego, entre guiñapos, durmiendo,
por matar el frío, muy apiñaditos,
la Virgen maria contempla al Piyayo
riendo.
Y hay un ángel rubio, que besa la frente
de cada gitano chiquito.
¡A chufla lo toma la gente!...
¡A mí me da pena,
y me causa un respeto imponente!...

lunes, 8 de marzo de 2010

Soneto enamorado

Como homenaje a mí mujer en el Día de la Mujer




Soneto enamorado
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Dulce como el arroyo soñoliento,
mansa como la lluvia distraida,
pura como la rosa florecida
y próxima y lejana como el viento.

Esta mujer que siente lo que siento
y está sangrando por mí propia herida,
tiene la forma justa de mí vida
y la medida de mí pensamiento.

Cuando me quejo, es ella mí querella,
y cuando callo, mí silencio es ella;
y cuando canto, es ella mí canción.

Cuando confío, es ella la confianza
y cuando espero, es ella la esperanza,
y cuando vivo... ¡es ella el corazón!



                                     


Un precioso soneto escrito por Francisco Luis Bernárdez,  de Argentina, que hoy me ha servido para rendir homenaje a todas las mujeres en el Día de la mujer. Porque pienso que ella, la mujer, es en realidad la que hace que el hombre sea un hombre.